He de confesar que he pasado miedo estos dos días atrás.
Miedo de volver a la montaña rusa, miedo a volver a "ciclar", miedo a tener más dolor y mareo a causa de un viaje accidentado.Pero ha pasado. Estoy de nuevo estable, han sido un par de días malos que puede tener cualquier persona y eso me hace sentir bien. Sentir que estoy trabajando bien y que quiero y puedo. Que, a veces, aunque quieras no puedes.
Toca a seguir con la rutina de trabajo físico y trabajo psicológico, y también de trabajo intelectual que me hace sentir tan bien, toca seguir enamorándome cada día de mi niña, seguir en una etapa estupenda de mi matrimonio, seguir saliendo sola con mis amigos, y en grupo también. Toca ser feliz, básicamente.
No voy a negar que tengo miedo de ir mañana al médico de cabecera para la renovación de la baja. Porque darme el alta sería negligente, sería desastroso, ya que es socavar el trabajo de una persona que se encuentra en mitad del camino.
Es cierto que tengo miedo, que se me han pasado fantasías por la cabeza del tipo, ojalá tuviera dinero para mandarlos a todos a tomar viento, o conseguir una media jornada que me permitiese conciliar, o ser millonaria y dedicarme a estudiar. Pero, evidentemente, son fantasías.
La realidad es seguir con mi reto de escribir cada día más en el ordenador para prepararme a la vuelta, seguir con la exposición en imaginación exponiéndome a mis temores, seguir haciendo mis ejercicios físicos a diario para fortalecer el trapecio y los hombros, seguir trabajando en mi bote de la felicidad, seguir trabajando, en definitiva, para cuando salga de mi burbuja siga siendo feliz.
Porque si no es para ser felices para qué vivimos...
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